Romance del Solitario (1)

Aguileño y cabizbajo,
triste fantasma señero,
Solitario anda en los polvos
de los caminos desiertos.

Clarea el sol su desgracia,
la guitarra suena lejos.
Una guitarra que escucha
Voces lúgubres de muertos.

Tiene Solitario un pino
prendido en férreo pecho.
Árbol que afrenta orgulloso
a los ábregos de invierno.

¿Solitario, tú andas solo?
-preguntan voces de enero.
Solitario se agazapa
entre muérdagos y enebros.

¡Dejadme, dejadme morir!
¡No cantéis mis dientes negros!
¡Dejadme lamer los años,
mullidos huesos del tiempo!

Romance del Solitario (2)

Entre torres seculares
ladra un perro gris sin dueño.
Dos miradas, dos palabras;
uno triste, el otro viejo.


(Muda comprensión inútil
de los humanos sin lecho).

Una guitarra suena lejos.
Una guitarra que escucha
voces lúgubres de muertos.

Con la voz opaca y ronca:
-Cuéntame tu historia, perro.
Y unos iris en la noche
le miran sin pensamiento.

-Mi vida es larga y penosa
-dijo un perro gris sin dueño-.
Cuando era joven cazador
(lanoso, suave, pequeño),
vivía en la casa pobre
de Martínez, el herrero.

Romance del Solitario (3)

Estaba este hogar situado
entre collados y cierzo.
Mis vecinos de la aldea
me halagaban con esmero
y jugaba entusiasmado
con todos los niños tiernos
retozándome en los campos.

Mas el cuerpo fue creciendo
y convertime en cazador
de avispado entendimiento.
Nuestras gentes emigraban
del campo al país ajeno.
los hogares se sellaron
con grave silencio eterno
y las nubes y los pinos
lloraron aquel momento.

Quedábamos yo y Martínez
con algunos gatos negros.
los campos se marchitaron,
las aves enmudecieron.

Romance del Solitario (4)

Una parda noche mi amo
declamaba un padrenuestro.
Su mujer se le acercó:
-Debemos irnos, mi viejo.
-¿Dónde podremos vivir?
¿Adónde emigrar espero
con esta vista cansada
y estas canas en el pelo?

Ello se fueron andando
por un obscuro sendero.

Pasaron lentos los meses
me convertí en harapiento
y ahora acabo mi vida
lleno de cansancio y sueño.

Romance del Solitario (5)

Mientras esto relataba
aquel perro gris sin dueño,
una guitarra que escucha
voces lúgubres de muertos
redobló en cuerdas de noche
luz rojiza de misterio.

-Es una historia afligida
la que arrastras por el suelo.

La llama hizo una barrera
de sangre entre ambos viajeros.
Un búho reverbera ojos
de satén y terciopelo.

(Huecos que escarban las horas
huyendo al calor y al fuego).

-Es Solitario mi nombre,
aquel al que yo más quiero.
-Mi antiguo dueño, Martínez,
me llamaba, sin más, Perro.

Romance del Solitario (6)

-Ya que viajaremos juntos
te contaré mi destierro.
Soy de familia burguesa
donde no faltó el dinero.
Me casé y tuve dos hijos
en connubio placentero.
Fui feliz con mi familia,
pero el destino es veneno
y mis hijos se han casado,
mi mujer vive en el cielo.
Quedé solo en este mundo;
con mis hijos no me entiendo.
Ellos trabajan su vida
y yo aquí a la muerte acecho.
¡Oh, cuán dura es fallecer
olvidado, sin lamentos!

Un coro de árboles canta.
La guitarra suena lejos.

Sófocles

Conozco el despertar de la espina
en el rosal, el renacer de la tierra
húmeda, el mercadeo de la luz
en la calle desdibujada de nubes.

Sé de la redondez de la noche
y la farola, del pálpito de la flor
y la desnudez del árbol.

Aprendí a amar la tiranía
de la habitación vacía,
el escapulario del pájaro libre,
al búho que reverbera ojos
de satén y terciopelo.

Descifré, trémulo, el antiguo oráculo de Delfos
y creí, con Heráclito,
que el tiempo es uno e irrepetible,
que no habría de leer dos veces el mismo poema
ni tan siquiera escribir dos veces la misma palabra.

¡Infame! ¡Pretender el súmmum de los dioses!
¡Sucumbir ante la manzana que te envenenaría de luz!
Implora el perdón del día que hace a tu retina,
del hombre que se envanece en ser hombre,
y llora. Llora por haber desvelado
la tragedia de sentirse dios.