Entre torres seculares
ladra un perro gris sin dueño.
Dos miradas, dos palabras;
uno triste, el otro viejo.
(Muda comprensión inútil
de los humanos sin lecho).
Una guitarra suena lejos.
Una guitarra que escucha
voces lúgubres de muertos.
Con la voz opaca y ronca:
-Cuéntame tu historia, perro.
Y unos iris en la noche
le miran sin pensamiento.
-Mi vida es larga y penosa
-dijo un perro gris sin dueño-.
Cuando era joven cazador
(lanoso, suave, pequeño),
vivía en la casa pobre
de Martínez, el herrero.
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