Mientras esto relataba
aquel perro gris sin dueño,
una guitarra que escucha
voces lúgubres de muertos
redobló en cuerdas de noche
luz rojiza de misterio.
-Es una historia afligida
la que arrastras por el suelo.
La llama hizo una barrera
de sangre entre ambos viajeros.
Un búho reverbera ojos
de satén y terciopelo.
(Huecos que escarban las horas
huyendo al calor y al fuego).
-Es Solitario mi nombre,
aquel al que yo más quiero.
-Mi antiguo dueño, Martínez,
me llamaba, sin más, Perro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario